
La vida se nos confunde,
se nos escabulle entre los pies deformes de la nada,
se adormece entre lirios mentales
y se fragmenta en el vacío
que nos separa de nosotros.
La vida nos sumerge en el agua
y en la misma placenta nos renace
con más brío y experiencia,
nos devuelve el aliento después de la nada.
La vida nos ennoblece o destituye
sea como quieramos tomarla.
Entre cristales brota la simiente
y nos ve crecer de la niñez a la pereza.
Cenicienta nos hace volar y sucumbir
ante todo lo predispuesto,
lo profano y lo vanidoso.
Nos enceguece y revela el dinero,la ambición.
Nos perdona pero no nos olvida.
La vida establece en los huesos sus soberanía
y los dobla con los años
entre escenas ya vividas,
con otros nombres y roles.
A veces nos mutila la sed de vivir,
condenándonos en el propio dolor
que sin percatarnos hemos tejido.
La vida nos obliga a perdonar
volviendo a sufrir,
pero entre lágrimas nos devuelve el alma,
dándonos una nueva oportunidad
en esta existencia o en otras,
lo que de amor sufrimos,
lo que de amor entregamos.
Vuelve de entre la tierra a levantarnos
a los mismos de antes
cubriéndonos con otro rostro.
Construye un nuevo teatro donde jamás leemos el rol,
sólo dispuestos con el alma a ser felices,
nos retorna un hálito, nos hace inspirar
y nos besa lo que anhelamos,
restituyendo sus faltas.
Nos advierte en señales
y nos dirige la mirada en gestos,
un poco distraídos nos desviamos,
pero se devuelve a hostigarnos
hasta hacernos comprender en pequeños detalles
que todo está dispuesto para que vivamos
el libreto que vuelve a desdoblar
desde sus fauces que ha mantenido escondidas.
Sólo el dolor nos hace fuertes,
sólo el amor nos devuelve la vida.
se nos escabulle entre los pies deformes de la nada,
se adormece entre lirios mentales
y se fragmenta en el vacío
que nos separa de nosotros.
La vida nos sumerge en el agua
y en la misma placenta nos renace
con más brío y experiencia,
nos devuelve el aliento después de la nada.
La vida nos ennoblece o destituye
sea como quieramos tomarla.
Entre cristales brota la simiente
y nos ve crecer de la niñez a la pereza.
Cenicienta nos hace volar y sucumbir
ante todo lo predispuesto,
lo profano y lo vanidoso.
Nos enceguece y revela el dinero,la ambición.
Nos perdona pero no nos olvida.
La vida establece en los huesos sus soberanía
y los dobla con los años
entre escenas ya vividas,
con otros nombres y roles.
A veces nos mutila la sed de vivir,
condenándonos en el propio dolor
que sin percatarnos hemos tejido.
La vida nos obliga a perdonar
volviendo a sufrir,
pero entre lágrimas nos devuelve el alma,
dándonos una nueva oportunidad
en esta existencia o en otras,
lo que de amor sufrimos,
lo que de amor entregamos.
Vuelve de entre la tierra a levantarnos
a los mismos de antes
cubriéndonos con otro rostro.
Construye un nuevo teatro donde jamás leemos el rol,
sólo dispuestos con el alma a ser felices,
nos retorna un hálito, nos hace inspirar
y nos besa lo que anhelamos,
restituyendo sus faltas.
Nos advierte en señales
y nos dirige la mirada en gestos,
un poco distraídos nos desviamos,
pero se devuelve a hostigarnos
hasta hacernos comprender en pequeños detalles
que todo está dispuesto para que vivamos
el libreto que vuelve a desdoblar
desde sus fauces que ha mantenido escondidas.
Sólo el dolor nos hace fuertes,
sólo el amor nos devuelve la vida.